A la inocencia otra vez.
¿Quién puede
afirmar que la esencia de la niñez, la inocencia, no se recupera?
¿Qué mente
amargada puede matar las esperanzas de recuperar esa etapa “sobrevalorada”?
Nos ha pasado
que vamos por la vida sin medidas, sin dar explicación y sin buscarla. Somos
seres inocentes y felices, sin saberlo, y nos regodeamos de golosinas, juegos y
sonrisas. En ese momento jugamos un papel importante en la vida. Resulta que
somos el ejemplo en vida de la palabra “libertad”.
Y entre golosinas, juegos y
sonrisas, la vida y la experiencia empiezan a mostrarnos que el mundo en el que
vivimos está lleno de muchas cosas que aún no conocemos. Irremediablemente
somos curiosos, y según el dicho “la curiosidad mato al gato”. Luchamos contra
un deseo inevitable de saber que hay más allá y poder ser “el primero en
descubrirlo”. Queremos crecer y tener la libertad que creemos merecer, y que
por cierto, ignoramos que tenemos; ahí, en ese instante. Nuestros objetivos
cambian y la lucha se convierte en una competencia tonta de querer ser más
maduros que los demás. Cambiamos de amigos, cambiamos los lugares que
frecuentamos, las costumbres, los gustos, las prioridades, y la familia por
desconocidos. Desafortunadamente.
Cuando crecemos
estamos felices porque somos “libres” –presos en nuestros propios deseos- y
podemos hacer todo lo que nos venga en gana. Pero la realidad aparece y trae
consigo responsabilidades. Tantas responsabilidades que no tenemos tiempo para
disfrutar como quisiéramos. Aparecen cientos de límites y obstáculos. El dinero
se convierte en la prioridad, seguido del que dirán. Y justo en este momento
nos tomamos un tiempo. Nos detenemos y observamos nuestro entorno. Salimos de
esa burbuja denominada cotidianidad para respirar los aires del pasado. Pensar,
y saborear las golosinas, recordar los viejos y clásicos juegos, y recordar
cientos y miles de momentos que nos sacaron sonrisas sin parar. Las lágrimas en
quienes añoran su niñez es una clara señal de que su inocencia sigue intacta;
que su espíritu de niños se sumerge aún en su ser y que en cualquier momento
puede aflorar, para alegrar una vez más las vidas de los amargados, que
pretenden matar las esperanzas de aquella etapa tan valorada.
Las lágrimas que
me regalaron hoy, me hacen una tierna invitación a la inocencia otra vez.
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