Sábado 17 Noviembre 2012
Están el estudiante, el soldado (con permiso de salida),
el policía (que nunca sirve para nada) y el americano con 13 o más de ellos;
todos en escena.
Finaliza el partido y los aficionados corren del estadio
porque saben que viene después. Algo que el estudiante y el soldado no sabían
era que preciso ese día
habría fútbol en la ciudad. El estudiante planeaba –como en la canción- una bomba suicida contra la policía, en forma de burla; el soldado sonreía caminando junto con el anterior, el policía hacia pereza y el hincha pedía plata.
habría fútbol en la ciudad. El estudiante planeaba –como en la canción- una bomba suicida contra la policía, en forma de burla; el soldado sonreía caminando junto con el anterior, el policía hacia pereza y el hincha pedía plata.
Después de que pasaran el semáforo los dos primeros, el
hincha hizo señas a los demás y en menos de 1 minuto ya los tenían acorralados
entre la pared y casi doce de ellos; todos americanos.
Uno pedía la plata y los celulares mientras sacaba la
navaja, al mismo tiempo que todos se preparaban por si algo salía mal. Y como
de la nada, así fue. El soldado pudo salir de la “multitud” y empezó a correr
sin ningún destino. Trato de entrar a una sala pero lo sacaron, como era de
esperarse, porque los hinchas le gritaban: “ladrón”. Al otro le esculcaban los
bolsillos y lo amenazaban con sus mazos afilados con mierda… como lo que son
ellos mismos. Cuando ya le habían robado hasta la plenitud, volteo a mirar a su
amigo a quien justo en ese momento lo golpeo un taxi creyéndole a los que lo
perseguían. Él se levanto. El otro, al ver eso, emprendió huida detrás de su
amigo para no perderlo de vista; sobre sus tobillos tenia cada vez más, hasta
que uno lo agarro por la camisa y sostuvo la navaja contra su cuello. Llegaron
los demás y lo empezaron a golpear en la cara, lo escupieron y le llamaron ladrón.
Logro salir de esa y siguió corriendo; al soldado, no lo volvió a ver. Y a
este, por causa y efecto de lo que lo acusaban a gritos mientras lo perseguían,
un motociclista se detuvo y solo, para frenarlo de un golpe en la cabeza con su
casco. Lo someten a golpes, hasta que con una patada en la cara lo dejan sin
conciencia y sin memoria.
En este caso se podría decir que el policía no es más que
otro espectador de la obra nunca ensayada que se presenta; no hace nada más que
ver y reír. HIJO DE PUTA lo declaro yo. Y a los ladrones: Que la vida les pague
con la misma fuerza que tuvieron para golpear estos dos cuerpos, dejándolos
magullados.
Unos minutos después, el estudiante con sus dientes
manchados en rojo, ve una multitud y todos mirando hacia el piso; pasa la calle
sin poner cuidado siendo casi que arroyado por una 4x4 y ve a su amigo, el soldado,
tirado en el suelo con la camisa abierta y sin ningún rastro de los botones,
con los ojos cerrados y tendido como cualquier muerto. Pero no murió. Al abrir
los ojos no recordaba nada y al policía -que se arrimó para hacer “valer su
trabajo”- le causo gracia. Y al primero, mientras trataba de levantar a su
amigo del suelo y viendo todo lo que sucedía, decidió cambiar su meta en esta
vida.
Cuando ya todo se solucionó y se aseguró de que al
soldado no le pasara nada grave, llego a su casa y luego no supo cómo quitarse
la indignación de los hombros.
Pero ahora me doy cuenta que lo mejor que puedo hacer yo,
el estudiante, es escribir. Como siempre.
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